Esa primaveral mañana, los rayos del sol atravesaban las persianas cerradas de su habitación. Las ventanas, abiertas, permitían que el viento entrara y meciera sus cortinas. Todo se encontraba en su lugar, todo estaba correctamente acomodado. Los cajones cerrados y los retratos sobre las cómodas. La televisión apagada al igual que su computadora. Sólo se escuchaba como el suave cantar del libre iba cesando.
Y el despertador sonó.
De entre las desordenadas sábanas se asomó la figura de una joven, quien con pesadez apagó la alarma. Se sentó en su cama y miró a su acompañante, sin moverse demasiado. Él aún dormía...
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