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lunes, 6 de diciembre de 2010

Piezas

Un abrazo te sostiene, te da fuerzas, te aprieta. Un abrazo está con vos.
Su abrazo me sostiene y me da fuerzas. Aunque no lo sienta como un apretón, está conmigo.
Me sostiene alto y me deja ver al mundo como a un hormiguero. Me lleva a otro distinto, al de las nubes, el suave y frágil. Al tacto se fragmenta en gotas, una tras otra, frías y punzantes. Agua que duele al ser tocada.
Un quiebre antecede a la ruptura del vidrio translúcido que nos separa. El empañado por tu respiración. Apenas se nota tu figura detrás, pequeña, borrosa y vagante. La eterna caminata hacia el infinito.
Movimientos en mi cuerpo intentan alcanzar mis deseos, ligeramente aprisionados por los suyos. Movimientos que cesan, que se mueren, que se dejan llevar hacia otro ciclo. Inocentes existencias de voluntad y sentimiento, deseos del interior y de la profundidad desconocida, entregados en la conquista de la superioridad de su adoración por ellos.
Y su cuerpo se cansa, se desgasta, sufre el desgano y la enfermedad del tiempo. Persevera contra él, sosteniéndome aún fuertemente, negándose a su vasto futuro.
Ocurre sencillamente la reciprocidad de los lazos, la penetración de las sinceras miradas en su complemento, expectantes, sumisas. Redes de comprensión invisibles, comunicación afónica entre los dos.
Sucede, lentamente, el momento de susurrar. Déjame a mí, éste es mi turno de llevarte al otro mundo.

Prophecy

| SCIENCE FICTION / FEELINGS |

With the lips of an Angel, her lips would disappear. I apologize, they will.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Luces

Todo es blanco. Se distinguen destellos azules y verdes por todo el lugar.
Observo lo que parece bailar. Siento una suave brisa recorriendo mi ser desde lo bajo y subiendo. La dejo suceder y cierro los ojos. Todo se ve igual de blanco, igual de verde e igual de azul. Bolas de energía que se juntan, se absorben y dan lugar a nuevas formas de colores bien definidos.
Hay calidez, se puede sentir. Dulces sonidos, armónicos, llenan mi interior. Me manejan como si fuera una bailarina en su última función. De un lado para el otro, con confianza y tranquilidad. Y abro los ojos.
Colores pasando, sonidos envolviendo, aires abrazando. Decido mirarme entonces. Y no soy yo.
Soy algo real, algo claro, algo brillante. Algo que me llama la atención. No veo mis pies, no los encuentro al danzar tan rápidamente. Destellos de luz amarilla se mueven de un lado al otro, a la altura de mi cintura, al mismo tiempo que mis manos. El resto de mi cuerpo se mimetiza con la claridad del lugar.
Mis manos se extienden hacia arriba y hacia abajo, una y otra vez. Y se mueven sus dedos, intentan capturar vientos. Lo siguen intentando cada vez más alto. 
Y suben.
E intentan atrapar algo.
¿Qué quieren encontrar?
Siguen subiendo.
Y sienten que tocan algo.
¿Qué es lo que tocan?
Miro para abajo y no me puedo ver, todo es puramente blanco.
Alzo la mirada y allí están, ambos destellos hermanos. Los están capturando, los están tocando.
Pero yo no los puedo sentir. Mis manos toman entre sí la esperanza y la mezclan con movimientos apresurados.
¿Por qué? ¿Qué buscan conseguir?
Al final se separan de un impulso y la dejan ir. Y vuela. La esperanza vuela libre.
Y yo la miro irse. Adiós, esperanza. Hoy alguien te necesita.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Haberlo leído antes

No escuches a los amigos cuando el amigo interior dice: ¡Haz esto!
Mahatma Gandhi.

Cobardía y lamento

La miró unos segundos a los ojos. Al ver su desconcierto, sin sonreír besó sus labios por un largo rato. Sin sonreír porque, para hacerle sentir lo que por dentro lo abrasaba, no quería hacerlo. 
Ella correspondió el beso como uno más. Y siguió viviendo descreyendo lo que sus orejas habían oído y lo que sus ojos habían visto.
Un mes después escribió una carta con todo lo que la perturbaba y en el sobre anotó su propio nombre. Con éste en una mano y las llaves en la otra, salió de su casa y se dirigió al departamento. Tocó timbre y miró el suelo, había una carta igual a la que ella había escrito a excepción del color elegido. La tomó y leyó:
"Sinceramente, desde que te vi."
Entonces miró su carta y, al ver su nombre, la abrió y repasó con sus ojos lo que ya había repasado unas cuantas veces. Al terminar, guardó el papel y se llevó ambas escrituras.

Pero dejó sus llaves en aquella puerta.

sábado, 29 de mayo de 2010

Colmillo blanco

"Su mundo era oscuro; aunque aquello no lo sabía, ya que no conocía otro. Estaba en penumbra, pero sus ojos no habían tenido que adaptarse a ninguna otra luz. Su mundo era muy pequeño. Sus límites eran las paredes del cubil, pero como no tenía conocimiento del ancho mundo que había afuera, nunca se sintió oprimido por los estrechos confines de su existencia."

martes, 13 de abril de 2010

¿Por qué? 8, 9, 10

No me importa llorar ni me importa reír.
No me importa correr ni me importa venir.
No me importa confiar o empezar a exigir.
No me importa crecer o apenas existir.
No me importa soñar si yo debo mentir.
No me importa parar si yo voy a seguir.
No me importa arder ni el dolor fingir.
No me importa entrar ni me importa salir. 
No me importa bajar si ya voy a subir.
No me importa volar si al caer voy a herir. 
No me importa creer lo que me hará sufrir.
No me importa leer lo que nunca escribir.
No me importa florecer un hermoso surgir.
No me importa hablar al que nunca va a oír.
No me importa buscar si ya voy a morir.

Me importa saber, nada más, al que oí.
La voz que me dijo el por qué estoy aquí.

martes, 16 de marzo de 2010

La boda del Saork

Lhipnotizante explosión hizo que los caballos relincharan fuertemente y comenzaran a forcejear, asustados. El guía tomó con ambas manos las riendas de los animales y tiró de ellas, intentando controlarlos. Pero falló y ambas criaturas salieron disparadas en dirección contraria al fuego que crecía en aquel lugar, abrasando todo lo que encontraba a su paso.  
-¡Neomuk, ayúdame!- gritaba Sisio, aprisionado por un gran roble caído- ¡Ayúdame, por favor!
Neomuk volteó a verlo. A su compañero le fallaban ambas piernas y no podía moverse. Sin embargo, dio media vuelta y se alejó corriendo mientras gritaba:
-¡Olvídalo! Prefiero tu cadáver antes que el mío-


Años después, aquel accidente seguía siendo recordado por el fallecimiento del futuro sucesor del Saork III, rey muerto cuatro días antes que el joven.
Una noche en la que Neomuk, servidor del actual Saork, debía organizar los preparativos para la boda que tomaría lugar en esas semanas, Lestrart, el consejero real, lo interceptó en medio del tercer pasillo.
-Neomuk, pareces cansado, ¿estás bien organizando esto tú solo?-
Éste lo miró con desconfianza y enrolló el pergamino que estaba leyendo.
-Estoy perfectamente bien por mi cuenta, no te necesito interfiriendo en mis asuntos. ¿Sigues celoso?- Neomuk torció la boca, luciendo una sonrisa claramente altanera.
Lestrart conservaba la calma y su serio semblante parecía inamovible. Llevó su mano a su bolsillo izquierdo y sacó de allí una caja de fósforos y una vela. La extendió y se la entregó a Neomuk, quien lo miraba sorprendido.
-¿Qué es esto?-
-Fósforos. El señor Saork IV ha comunicado explícitamente su deseo: “Neomuk será quien decore mi cabaña de campo, y ése será el lugar donde realizaré mi luna de miel.”-
Una nueva sonrisa hizo presencia en su rostro. Guardó el pergamino en su bolsillo y tomó las cosas que Lestrart le ofrecía. Sin más, dio media vuelta y comenzó a caminar a paso ligero, abandonando el castillo.


El día de la boda, Neomuk debió emprender su viaje temprano para corroborar que la decoración del lugar estuviera perfecta. Cabalgaba solo (ya que el resto del reino asistía a la Gran boda) por el solitario y aún destruido bosque. A lo lejos divisaba la pequeña cabaña. Ató su caballo a unos metros de distancia y entró por la puerta que conectaba la sala de estar. El lugar se encontraba perfectamente ordenado. Toda la habitación estaba decorada de un color platino que hacía destellar hasta el más pequeño rincón.
El servidor continuó caminando hasta llegar a la habitación matrimonial. Abrió la puerta girando la llave y buscó un interruptor. Se detuvo en el intento y recordó que se encontraba en una cabaña lejos de la electricidad. Resopló y metió ambas manos en sus bolsillos. Entonces se sobresaltó al sentir una caja y un tubo de cera rozando su mano. Los sacó y encendió la vela. Pronto la habitación fue iluminada por una tenue luz titilante. Pero allí no había nada más que una cama mal hecha y montones de hojas cubriendo el suelo.
-¡Demonios! He olvidado ordenar la habitación más importante. ¿Acaso habrá…?- Neomuk apoyó la vela encendida sobre la cómoda que se encontraba debajo de la ventana, entre dos cortinas grises.
Comenzó a desvestir la cama e hizo una bola de telas con éstas, haciéndola a un lado de un tirón. Afortunadamente, en uno de los placares se encontraba un juego limpio de sábanas celestes, no tan exquisitas ni x lujosas, que le darían al lugar una especie de sensación de tranquilidad.
Se lanzó con torpeza sobre la cama y resbaló con los montones de hojas, enredándose las piernas con el ovillo de telas. Revoleó ambos brazos hacia arriba, intentando agarrarse de la cómoda, pero sólo consiguió quemarse la mano con la vela encendida. Y ésta cayó al suelo.  El fuego comenzó a propagarse por la habitación, rápidamente. Neomuk gritó del ardor cuando éste le quemó las piernas y creció debido a la cantidad de telas unificadas. Abrió rápidamente las ventanas, cometiendo un grave error. Las ráfagas provenientes del exterior hicieron avivar las llamas que pronto alcanzaron la altura del servidor y continuaron creciendo con mayor intensidad.
El hombre gritaba y pedía auxilio, pero parecía ser que nadie lo escuchaba. El humo le dificultaba la respiración, y pudo sentir cómo su piel se había consumido y su misma carne era la que ardía bajo ese inmenso fuego asesino.
Ni sus alaridos ni sus desgarradores llantos eran contestados y él, del dolor, no tuvo más opción que caer sobre sus rodillas. Con su desfigurado rostro frente a la ventana y casi ciego, apenas pudo observar la forma en la que Lestrart soltaba a su propio caballo y huía lejos de allí, abandonándolo. Rendido y prácticamente inconciente, el servidor Neomuk sintió el último abrazo proporcionado por esa inmensa fogata ardiente. 

jueves, 18 de febrero de 2010

Sin hablar

Si las cosas en la vida se tornan difíciles, dale la mano a aquellos que estén dispuestos a sostenértela hasta el final.

viernes, 12 de febrero de 2010

Donde tuvo lugar una guerra

Es una batalla. Del lado norte del campo se observan trescientos cincuenta y tres infantes, ciento veintidós soldados a caballo, treinta y dos arqueros, y cinco catapultas de fuego. Sobre su caballo, la capitana general porta su inquebrantable figura con total majestuosidad. El general del ejército sostiene con firmeza a su lado la bandera roja que los distingue en ese territorio. 
En el lado sur, por el contrario, sólo se encuentra una persona de casco y armadura azules. Mirando fijamente a los ojos claros de la mujer sobre el caballo, comienza a tirar enfrente de él sus armas y se despoja de sus protecciones. Así es como se desnuda un hombre en la guerra. Completamente vulnerable, camina hacia ella restando importancia a los quinientos y un instintos asesinos a su alrededor. Él sabe que no debe dejar de mirarla. 
Cuando la mitad del campo ha sido recorrida, la capitana ordena al teniente la retirada de los infantes y arqueros. Éste la mira sorprendido, pero obedece. Trescientas ochenta y cinco personas se retiran marchando bajo el comando del teniente, quien también desaparece entre el polvo del desierto.
Aquel soldado aún continúa acercándose hacia la única mujer del ejército enfrentado. Una nueva orden da y los ciento veintidós caballos respaldan la retirada de las cinco catapultas y del general. 
Sólo se encontraba ella, apuntando con un revólver a la cabeza del hombre que se había posicionado a tres metros de su caballo y aún la miraba fijamente. Sin quitarle los ojos de encima, la mujer descendió de su animal y se acercó dos metros y medio hasta la otra persona. Con el frío hierro tocándole la cabeza, el valiente soldado le cuestionó:
"¿Está usted segura de que nada puedo yo hacer para salvar su vida?"
Entonces la mujer lo miró, le sonrió y quitándose el casco con ambas manos le respondió:
"Matarme."

Lejos, cerca de la nada, una bandada de cuervos volaban con destino a tres cadáveres.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Indestructible

Así ser. Indestructible.
Poder volar desde un leve planeo que roce la superficie terrestre hasta caer en la más rápida picada de los cielos. Controlar llamas que hasta al más grande bosque con una erupción pueda hacer desaparecer. Crear violentos tornados que destruyan miles de enormes ciudades. Que abundantes tormentas arrasen con todas las huellas que las catástrofes dejarán. Hacer que, al final, una nueva planta dé frutos en el medio de la destrucción.
Ser por nadie detenido. Serlo todo en el medio de la nada. Ser no humano que puede evitar el propio sentir.

martes, 19 de enero de 2010

Enfriar

Llama: 1 f. Masa gaseosa que producen los cuerpos al arder.

El fuego, arde.
Si calentás la pava para el mate, el fuego que llamea debajo arde.
Si prendés un fósforo, la chispa enciende a un nuevo fuego que arde.
Si una vela llamea, esa misma llama representa al ardor.
Si para fumar usás un encendedor, una llama surge. Obviamente, ésta arde.
Si es invierno, a cualquiera le gusta calentarse con las llamas de la chimenea. Que arden, claro está.
Si mucha madera se está quemando, las llamas la consumen. Y sí, las llamas arden.

Uno gira la perilla y el fuego se apaga. La pava deja de chillar y la chimenea se enfría
Uno sopla y el fósforo o la vela se ponen negros. La llama se consume.
Uno deja de apretar el botón y corta el gas del encendedor. No hay más llama.

¿Qué hace uno para apagar las llamas de la madera?
Usa agua.
El agua apaga al fuego.
El agua produce vapor al chocar.
El agua enfría. Y uno saca las maderas.

Sé que no hay nadie tan valiente, o idiota, como para tomar todas las maderas con las manos y evitar que se consuman. Porque sé que todos prefieren tener ambas manos a tener pedazos de un árbol.
Entonces nadie tiene el derecho de juzgar a una persona que esperó a que aquél fuego destructor se apagara para poder volver al lugar del incendio. No es de cobarde o de inteligente. Es de ser humano.

Trance

Él está cantando. Hay un muchacho sentado frente al mar. Su voz suena tan perdida como su mirada lo está. Me gustaría saber qué le pasa, qué es lo que está entonando. Pero prefiero mirarlo desde mi lugar, separada de su soledad.

Recuerdo...
Aquél día lo disfrutamos con paseos por toda la ciudad, y terminando en esta misma playa, todos mis sueños se desvanecieron. Aunque me resulte irónico hasta el día de hoy, puedo comprender sus razones. Quizá fuimos ciegos, jóvenes, malaventurados, descuidados, o vaya a saber uno qué fuimos. Quizá fuimos sólo nosotros... Pero no nos bastó.
Promesas hechas, todas rotas. Cada esperanza representa hoy una ilusión destruida. Cada alegría, un anhelo.
Confío en mi pensamiento: Cuando dos personas se juntan, nunca están en el mismo nivel. Y nunca lo estarán. Quizá si no me hubiera confiado tanto en los "te amo" que me decía, quizá entonces me hubiera dado cuenta de la distancia que separaba nuestro sentir.
Hoy duele voltear mi rostro y ver sobre mi hombro todas las esperanzas que con dos palabras se quebraron.
"Terminemos todo".
A mí no me importa si fue lo mejor para los dos o si hubiéramos podido continuar con lo nuestro. Yo no quería terminar nada. Absolutamente nada.
Y me dolió. Le dolió. Y la lastimé. Demasiado, sin compasión. Me sentí traicionado, completamente engañado. Y me dejó de importar lo que sintiera, ya que a ella no le importaba lo que yo sentía.
Tiempo después la perdoné. Por adulto o por idiota. Hoy puedo ver que, a pesar de haber reaccionado así, lo que hizo está bien.
De cualquier forma, ella no sentía todos los "te amo" que me hacía escuchar.

viernes, 15 de enero de 2010

Ella

Ella se mueve a su ritmo, camina sin prisa o con velocidad. Ella danza en perfecta sincronía o destruye la armonía visual. Ella vocifera liberando truenos o en las aves demuestra su cantar. Ella llora desastrosas tormentas o sonríe después de cada tempestad. Ella separa los destinos o a su antojo los vuelve a juntar. Ella alegra con un niño o puede hasta un anciano matar. Ella no le rinde tributo a ninguna especie de Deidad.

Ella es la Vida y la Muerte de la Humanidad. 


Vos 

Vos tenés que adaptarte a las circunstancias, en ningún momento te podés dejar estar. Vos no elegís lo que querés ver, Ella te muestra lo que te quiere mostrar. Vos sufrís por aquello que oís o bien podés reír ante cualquier oportunidad. Vos vivís lo que forjás, creyendo decidir si algo empieza o va a terminar. Vos aprendés del nacer y en el final, morirás. Vos siempre a Ella adorarás, porque Ella es tu Deidad.


Y Ella sabe que completamente solo estás.


Ustedes

Una última advertencia yo aquí debo dejar. Aquella que les avisa que en el camino se van a enamorar. Tengan cuidado, pues de amor nunca morirán. Hasta juntos de la mano podrían hasta el altar caminar. Aunque me temo que ustedes nada podrán controlar. Ella es su Deidad y quien sus Futuros controlará.

Porque Ella es la Vida y la Muerte de la Humanidad.

jueves, 14 de enero de 2010

Soplos

La vida siempre nos da soplos. Algunos leves, otros más fuertes.
Algunos de los leves vienen con efecto tardío o simplemente llevadero.
Algunos de los fuertes vienen con efecto Coriolis.
Pero tenemos que tener cuidado con estos.
En una de ésas se nos viene un Bhola y nos manda todo a la mierda.

lunes, 11 de enero de 2010

Partir el tórax a la mitad y apuñalarme. Sacar y volver a clavar el filo oxidado del metal. Sentir cómo el ardor se esparce por todo mi cuerpo y me quema. Perder la fuerza en cada golpe y destruir aún más mi interior. Reemplazar el calor sofocante por el frío helado en cuestión de segundos. Dejar de sangrar, dejar de doler, dejar de llorar. Al fin, poder sentir la paz.